sábado, 3 de noviembre de 2007

Clasicos del Chavo. Mis Vecinos. Capitulo Atracciones y Distracciones 2.

La feria seguía en la cuadra. No le hacíamos mucho caso ya que en aquel tiempo era la segunda opción de distracción, como atracción teníamos las maquinitas de Doña Mica. Total, estaban en la casa de Doña Mica, pero en realidad pertenecían a un hijo de ella, el periodiquero., que era hermano del Piojo.

Se encontraban en un cuarto que daba a la banqueta. Un pasillo de al menos 6 metros daba hacia la entrada de la casa y el cuarto paralelo al pasillo se encontraba. Eran 4 las maquinas, Mario Bros. 3, Contra 2 en dos de las maquinas y la ultima maquina no recuerdo que juego tenia.

El control de las maquinitas estaba amafiado por La Pandilla. Los buenos por rango en esa atracción éramos Yo, El Gordo, El Terrón, el Memo y El Piojo. Después una serie de gueyes nos segundaban.

A la vuelta de la cuadra vivían los Locos, era una familia muy sacada de onda. El señor de la casa se reía como Homero Simpson. A uno de los hijos le apodábamos Animal, por animal, el de los Muppets. Tenia el pelo duro, tan duro tan duro que si lo agarrabas parecía como pelo duro de muñeca vieja, además se parecía en su cara a Animal.

Total, el guey cada vez que iba a las maquinas la mafia, (osease nosotros), lo dejábamos jugar. Lo anterior, ya que era una diversión el verlo. Siempre jugaba el Contra 2, quitábamos al que estuviese jugando para darle chance a el a que jugase primero. El chiste era que el guey se enviciaba en el juego, cosa que aprovechábamos para meter la mano a sus bolsas con todo el descaro del mundo y quitarle algunas monedas de 100 pesos de las de antes, el guey por lo clavado en el juego solo decía "Heeeeee yaaaa......... heeeeee"

Las risas eran cabronas. Le tocábamos el hombro derecho, volteaba, pero nosotros nos volteábamos a su izquierda y viceversa, y el guey no dejaba el control. El Gordo era el mas bañado, le tiraba carro del pelo y le intentaba pasar un peine estirándoselo bien cabron, obviamente no pasaba ni madre, pero el guey no dejaba el control...... las risas seguían. La prueba final eran unos sopapos bien cabrones que se escuchaban muy huecos por el pelo todo esparcido pero el guey no soltaba el control.

Ya que se le acababa la lana empezaba a llorar, no por la ausencia del dinero, sino por todo el carro propinado. Siempre amenazaba peinarse con sus carnales los Locos. Nunca hubo problemas con eso, hasta que un día llego con uno de ellos, al cual le partió su madre el Terrón.

Éramos unos pinches dioses.

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